viernes, 29 de junio de 2012

Quebranto


Este afán que en ti respiro
y que te hace tú,
cima blanca de sierra,
luz pausada del oro
o estambre escogido por el viento,
me está apretando hacia mí mismo el pecho
en nuestro duelo
como un bendito y mortal significado.

Por eso si acudes me sonrío
y en la ternura doliendo me divido,
queriendo con el cuerpo y con la sombra.

Si sufres,
soy sólo partícipe del aire
donde tu risa aletea.

Puede que a veces caricia en noble espera
o persecutor de tu huella,
incluso libro que te espera en un estante.

Porque este afán tiránico
que me hace yo,
tan de piqueta contra hielo,
o verde óxido del cobre,
o como viento silbando entre la nada,
me acerca a ti,
me hace más nosotros.

Ich würde


Un corazón cabe en una nuez
cuando la distancia no se deja imaginar
y una espalda tranquila y concisa
camina llevando una maleta de viento.

Doce millones de escaleras
te recorren en medio segundo
y una vida arrojada y temerosa
despierta de un dolor somnoliento.

Tu pelo liso dirige la luz
que siempre se está acabando
pero nunca se acaba,
ya que nunca tengo suficiente oxígeno para pensar
ni suficiente sueño para dormir.

Te cruzaste sin cruzar, como una bala
perdida en medio de su daño
siempre tan directa hacia la nada.

Y yo siempre tan de alambre en el silencio
y encendido de cobras y lamentos
sin más ojos que los ojos que no veo
estoy, por lo tanto, ciego;
ciego de besos, o palabras
ciego de sol, ciego de fuego.
Yo te hablaría si pudiera,
y si pudiera
nunca tendría las palabras.

Te hablaría sólo si quisieras
y aunque me quisieras
no me querrías nada.

Siempre que el ruido
como una noche devastada por la luces
te calle con la calma del silencio,
háblame desde el principio
que teníamos en clase.

Te doy la oportunidad
de deformar el mundo con tus manos,
para que la lluvia caiga a tu manera.

Una tibia sencillez en tu mirada
recorrerá siempre las escaleras
que nos separaban en la noche.

Cuando sea de día,
cesará el trote de caballos,
se alejará el griterío de los niños,
y las ramas verdes, siempre verdes,
serán en la tarde campos amarillos.

Yo que hice del otoño una bandera
aún no sé darle hojas al viento
y aún no sé poner en flor la primavera,
ni aprendí a deshojarte en tu silencio
fuimos niños, una vez, hace tiempo,
cuando los libros eran de colores
y la responsabilidad sólo era
una palabra demasiado larga.

Entonces, tú sabías de mi ausencia
y me alcanzabas un color desde tu mano
un proyecto ambiguo de ceniza.
Los años, hasta el paraguas, llovieron;
el ruido es como una cama áspera,
como un frío cruel e intermitente.

Ahora que no voy tras la respuesta,
quiero recordarte mi recuerdo,
y hablar desde el comienzo de las cosas.
Cuando las mesas eran verdes
y el aire no dolía.

miércoles, 13 de junio de 2012

ciertos sonetos


Soneto CIL

Si quiero y si no quiero y si me duele,
no importa, no te importa y no me importa.
Si el perfil glorioso que recorta,
pondrá una noche azul para que hiele.

Si muero y si no muerto y si me muele
tu mano lapidaria, fría, absorta,
sabrás cuál es el cambio que me aporta
un beso en una noche en la que vele.

Sí duele y sí quiero y sí no quiero,
y en un puñal pusiste diferentes
motivos de dolor interminable.

Sí, me mata, sí muero y sí no muero,
y mi sangre arremolina entre corrientes
mi pena enamorada navegable.


Soneto CILI

¿Qué harías si abriese mi paraguas?,
¿y qué si abrazase sueños con los ojos?,
¿y qué si recitasen mis cerrojos
un verso que domara aún tus aguas?

¿Qué harías si le abriese las enaguas?,
¿qué con tus jaurías, tus enojos,
¿y qué con las ortigas y los tojos,
con lágrimas amargas que desaguas?

¿Qué harías de un abismo enfurecido
o con brechas de amor necio y maltrecho,
con el toro astifino que me embiste?

¿Qué harías del aliento malherido
por un yunque sombrío sobre el pecho?
¿Qué harías si te hiciese lo que hiciste?


Soneto CILII

Mi corazón es con razón sólo corteza,
mis manos como un gato atropellado,
mi boca es un error bien realizado,
un cráneo sin calor es mi cabeza.

No tengo la noción de la certeza,
mis verbos bajo el sol se han marchitado
¡Quién supiera no amar y ser amado,
o endiñarle un tajo amargo a la torpeza!

Tengo por corona mis lamentos,
deseosos de hacer una escultura
por contemplar mi pena en un futuro.

Tuve ayer por armas mis contentos
y ahora desarmado en mi ventura
ya no podrán mis manos con mi apuro.


Soneto CILIII

Mientras cantas, absorto yo te miro,
mientras cantas, te olvidas de las cosas
que rondan tu cabeza, grandes fosas,
que en tu melodía son retiro.

Mientras cantas, absorto ni respiro,
si cantas me silencio en armoniosas
líneas de tu voz con que me esposas,
mientras cantas, me callo hasta el suspiro.

Tu voz valiente no es solo cuestión
de suerte, de talento, de potencia;
tu voz son daño y dicha transmitidos.

Y no hay mejor lugar que tu canción,
tus timbres y tus tonos son la esencia
de música que claman mis oídos.



Soneto CILIV


Niégame el beso, gírame la cara,
dime que tu cabreo llega a cimas
altas como la luna, incluso estimas
que descarrila el tren y aquí se para.

Tu mano de la mía se separa,
mi voz es de silencio y escatimas
la más sincera luz, me desanimas
y la tensión más cruel me desampara.

Pero antes de llegar tu mano alcanza
la mía que precisa cada muestra
de tus besos lentos encendidos.

Y siempre ante tu duda la esperanza
como una gravedad que fuera nuestra
nos mantiene enfadados pero unidos.


Soneto CILVII


El viento en bocanadas va y viene,
el mar en su inocencia se retira
y vuelve en las mareas, y suspira,
el murmullo invencible al que se atiene.

Las hojas que la rama aún retiene,
se condenan al viento que las vira,
el mundo entero mismo siempre gira,
mas lo nuestro, lo nuestro no deviene.

No sé qué harán los años de nosotros,
ni sé los cambios bruscos de la vida
por los que sin opción seré vencido,

mas sé que en mi mirada no habrá otros
ojos que me sorprendan escondida
una luz clara en mí que dé sentido.


Soneto CILVIII

Así tu risa alada y palaciega
repasa mis latidos con mesura
y encuentra entre la ruina arquitectura,
y alcanza dirección a mi alma ciega.

Pero me azuza el aire que me anega
y el luego, y los demás, y la locura,
y en mi angustia de angosta sepultura,
ni degollar un trago me sosiega.

Sin embargo, tú siempre, sin embargo,
te haces querer de más hasta en tu grito
y en el silencio calmo de tu almohada.

Y yo a mis hombros armas cargo,
y en el dolor de vivir me felicito
por haberte tenido enamorada.