Trazo con la vista tus rizos,
y se me cierra en la voz una ventana,
y la caricia se vuelve humanamente necesaria.
Mi paz nace en las armas de tus ojos,
en un principio de bucle infinito,
en mi memoria sitiada en tu sonrisa.
Trazo a trazo a la vez te admiro
y a la vez me consume
este disfraz cruel de tu silencio.
¿Quién actuaría mejor de mí
que yo mismo?
Nunca haré de ti mi caída
nunca de tu sonrisa un beso
o viceversa.
Mas no descifrarás de mi tono
cuánto se puede morir en el deseo
y cuánto se puede querer en un saludo.
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