martes, 3 de julio de 2012

Desgaste

Estando mi alma tendida y encallada,
mi dicha contrajo
una pena severa,
remera de los días.

Pero tu tacto,
tu página de frío primitivo,
me alzó un país lleno de sombras
y te estás riendo de mi muerte.

Me hubiese gustado cantarte
una cascada blanca,
un silencio de sonrisa,
mientras escondías arena entre las olas,
soñando con un pálpito de viento.

Pero ahora,
de almuerzo del espíritu
agradezco más un techo arrebolado,
donde una nube triste se disipe
y el sol se muerda los labios cuando advierta
que se le va a terminar el horizonte.

Y mirarme las manos, y no verte,
doblegar con una huelga de caricias
la lucha interna,
la lucha eterna.

Tratar de embotar el aire,
sé que no es fácil.

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