Te vas a quedar siempre en una foto
y en la inflamación perdurable de mi alma
y en el vasto concierto de las olas.
Te vas a quedar lejanamente
siendo lealtad de mis pupilas,
allí donde no te cueste esta mirada.
Mi letra, quebranto de un deseo,
se convierte en fuego de astuta escapatoria
y muero tantas veces como días.
Crueles nebulosas de nieve
van dando paso a toros engendrados
para embestir al acero que los lidia.
Y si he de matar, mato con las manos;
incluso tenso el arco que me apunta
y cerrando los ojos beso al cielo.
Pero la batalla, triste lucha,
no contempla ninguna tregua de cuerpos,
o siquiera el ingenio pretendiente.
Así que mis dedos son sastre
y remiendo tu imagen por doquier
para rasgarla de nuevo.
Hasta que me destruya mi hogar de ti
que se parece al mar ingobernable,
que se parece a nada.
Así que le pido a nadie
dame remos
si no es aire.
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