te destina a una celda armada con cifras.
Tu voz segura de sí, cierta de mí,
ave delgada, sierra tranquila.
Pero tu piel; piel de cacao,
mazorca enamorable, vapor sutil.
Pero tu piel es verbo de caricia,
fin del mundo, comienzo de mis manos.
Tu voz te define y te detalla,
ya que la vista goza en la mentira.
Y la tierra auténtica, de llano seco y polvoriento,
no podría besarte las raíces.
Pero tu piel, caña de azúcar, libertad,
calor de valor incalculable.
Pero tu piel ligera, evaporable,
juega con el olvido necesario.
Porque tu piel es a mis ojos
lo que a una mano fría una hoguera.
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